28 févr. 2007

Tenía una idea estupenda para un cuento sin argumento. Trata de una voz, de una forma de hablar, como alguien que utiliza un idioma que no es el suyo.
Tenía ceniza o polvo de estrellas en la punta de los dedos. La ceniza era de color azul.
Vengo un poco apurado, con algo de prisa o vergüenza, me pido un café largo para que me dure como mínimo veinte minutos. Me siento. Es mi oficina para los días libres. En cuanto tengo un rato vengo aquí a echar de menos su laberinto, los pliegues de la carne cuando se ríe. Escribo lo que estoy haciendo, sentarme junto a la puerta para ser el primero en verte no llegar, escuchar la música que alguien se ha acordado de pinchar, escribir. Funciona como un desatascador de cañerías, como acercarse al borde del volcán para encender un cigarrillo. Un tanto desproporcionado, yo mismo, también...

24 févr. 2007

Mitologías (II)


Tienes miedo de ser como Teseo, un simple mortal escurridizo y miserable, como todos. A tí lo que te pasa es que tienes miedo de no ser el Minotauro...

Tienes miedo de ser Ulises, aquél cuyo viaje termina en su reino de Itaca frente al mar, aquél que ha regresado del descenso a los infiernos de Hades y ha dejado de navegar. Tienes miedo de no ser Nadie.

Tienes miedo de ser Prometeo, con las entrañas devoradas por el águila del remordimiento en un ciclo que no tiene fin. Tienes miedo de no ser Sísifo, eternamente condenado al intento y a la esperanza.

17 févr. 2007

FEBRERO


Orán. De muy lejos, a partir de Valmy, se divisa la montaña de Santa Cruz desde el tren, con su muesca profunda en plena tierra y la misma catedral como un dedo de piedra erigido en el cielo azul.
En la esquina del boulevard Gallieni hay que hacerse lustrar los zapatos a las diez de la mañana. Un viento fresco, el sol claro, hombres y mujeres apresurados y, encaramado en los altos sillones, la extraordinaria satisfacción que se siente al contemplar el trabajo de los lustrabotas. Todo está terminado, llevado al mínimo detalle. En un momento dado podría creerse que la asombrosa operación está terminada al verlos manejar los cepillos suaves y al contemplar el lustre definitivo de los zapatos. Pero la misma mano encarnizada vuelve a pasar pomada por la superficie brillante, la empaña y hace brotar bajo el cepillo el doble y verdaderamente definitivo esplendor salido de las profundidades del cuero.
Albert Camus. Fragmento para El Minotauro.